El corazón se encuentra investido de una gran carga simbólica. Como animales simbólicos, tal como nos definió Cassirer, los mitos forman parte de este universo simbólico que nos permite configurar el mundo sin enfrentarnos a la realidad de forma directa. A pesar de que el ser humano actual parece haberse desembarazado de algunos mitos, la creciente racionalidad no ha logrado todavía desmitificar los símbolos ni erradicar el uso metafórico del corazón. Todavía en estos tiempos en que parece que queremos despojar de significados aquello que ha estado revestido de una importante carga simbólica, seguimos hablando con “el corazón en la mano” o “entregando nuestro corazón”.
El corazón ha sido dotado de significados especiales a lo largo de la historia y en distintas culturas. En el antiguo Egipto era considerado depositario del pensamiento y del valor y, cuando se embalsamaba un cadáver, se extraían todas sus vísceras menos los riñones y el corazón, ya que se creía que en él residían los pensamientos. Para los hebreos lev(corazón), significaba el lugar del entendimiento y la sabiduría, así como la esfera en la que residían los sentimientos y en China, Confucio enseñaba que la verdadera sabiduría se encontraba en el corazón ya que se considerada que el xin(corazón), era un órgano pensante.
En el cristianismo el corazón se hace depositario de las emociones y San Agustín le otorga la representación de la propia naturaleza interior. El corazón agustiniano es íntimo y sensible y muestra el propio yo a través de los sentimientos: Cor meum, ubi ego sum quicumque sum (mi corazón, donde soy lo que soy –Confesiones-).
El misticismo religioso también ha contribuido al mito del corazón, tanto desde el punto de vista de los significados como de la iconografía. El Sagrado Corazón de Cristo, como emblema del corazón amoroso y sufriente; un corazón herido y esplendoroso al mismo tiempo, envuelto en luz y rodeado de espinas. Siglos después, el amor cortés confiere al corazón la custodia de las pasiones amorosas, surgiendo una imaginería que ha llegado hasta nuestros días.
Así es como durante largo tiempo, el corazón se ha considerado el depositario del alma, aunque, con el progreso científico, fue perdiendo sus significados. Los intentos de despojar al corazón de su simbolismo se relacionan con la progresiva separación entre el cuerpo y la mente que se produce a lo largo de la historia del pensamiento occidental. A pesar de esto, el corazón parece haber sido siempre un lugar de encuentro entre el cuerpo y el alma.
El momento en que, en la sala de disecciones, William Harvey (S XVII) sostuvo en sus manos un corazón, marcó quizás el punto de inflexión en el que empezó a perder su valor como mito. El corazón real, como órgano, le ganó la partida al corazón simbólico. Hoy en día todos llevamos el corazón de Harvey en el pecho. Sabemos que es un músculo que tiene cavidades, válvulas y arterias. Un ingenio, una bomba que se contrae incesantemente. Un órgano que debo cuidar y sobre el que me mantengo vigilante. Ha pasado de ser el que albergaba mis pasiones y el que me hablaba en la soledad, a ser el secreto depositario de mi muerte, como expresaba James Hillman. Trágico amigo-enemigo interiorcomo lo describía Vázquez Montalbán. Ahora le tememos, nos mantenemos alerta a sus mensajes codificados: vuelcos, latidos precipitados, opresión…Ya no pensamos que es la emoción la que nos embarga, sino que suscita el anuncio de que quizás algo vaya mal. Nos asustan sus mensajes y preferimos que permanezca anónimo, funcionando de forma silenciosa e indolente.
De todas formas, aún en estos tiempos tan racionales en los que muchos consideran que el alma es un concepto para místicos y poetas, no podemos evitar la íntima sensación de que el corazón es el reducto de algo inefable. Quizás sea porque a menudo es el primero que manifiesta nuestras emociones, o quizás porque pensamos que la fragilidad de nuestras vidas pende, de forma intangible, del momento en que se detenga.
BIBLIOGRAFIA
– Cassirer, Ernst: Mito y Lenguaje.Ed. Galatea-Nueva Visión. Buenos Aires, 1959.
-Godwin, Gail: El corazón. Itinerario por sus mitos y significados. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 2004.
-El mito del corazón. Hernán Baeza R. Rev Esp Cardiol 2001;54 (3): 368-372.
-Hillman, James: El pensamiento del corazón. Ed. Siruela. Madrid, 1999.
-El corazón como fruto amargo o como cazador solitario. Manuel Vázquez Montalbán.Rev Esp Cardiol 2002;55(11):1169-72.